🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮

Amoxtli Texochtiliztli

 

Amoxtli Texochtiliztli

Nacido en una tierra de lagos y volcanes,
de músicos, atletas, rapsodas, huracanes,
de pie, y yendo al frente, fue un genio universal;
él dijo con fulgura la luz del pensamiento:
plasmó con mil palabras que el libro es alimento
después de haber leído la Biblia celestial.

El libro es la certeza, vivaz y elocuente,
el libro es la victoria de un reino omnipotente,
que forja con cimiento la psique del lector.
El libro es un amigo que cuida y brinda afecto;
es toda maravilla que forja el intelecto
en donde todo fluye con gozo y con amor.

El libro es el camino de todo caminante,
hermano inseparable tan fúlgido y brillante,
la luz empedernida de un mundo singular;
en él un miserable se vuelve misionero,
el libro es la constancia de un noble compañero:
el norte y la salida de ver y avanzar...

El libro es un portento de salmos asequibles,
recurso resiliente con fuerzas invencibles;
la gnosis nos regala, dispuesto a hacer el bien.
El libro es el circuito sublime y taciturno,
que guía a los vendados con ecos de Saturno
y graba poco a poco consignas en la sien.

El libro es el arroyo que alumbra y centellea,
la voz de Dios que dice: ¡que baje la marea
y así, mi pueblo pase con fe, junto a Moisés!
Y envuelto en una nube bajó desde lo alto
llamando a aquel soldado con nombre que resalto
y dióle de su boca palabras sin estrés.

El libro es ley de vida, pasión y compromiso,
de Jesús, parábolas, la vid del paraíso,
el coro de querubes al mando de Abraham.
Es ángel de la guarda, perfecta compañía,
la luna sempiterna, la ubicua profecía,
Cervantes transparente con ecos de San Juan.

El libro es la manera que Dios nos da evidencia,
que nunca en sus intentos descubrirá la ciencia
el todo de la nada del reino celestial...
Promesas y baluartes que profesó Isaías,
palabras tan certeras que dio el buen Elías,
que a toda corrupción le llega su final.

El libro es la fragata, paciente de revuelos,
idea que interpreta Daniel desde los cielos,
o bien, el Jeremías con dotes de verdad.
¡Abajo aristocracia y arriba el optimismo!
El Dios de las alturas predice por sí mismo
las cosas que aún faltan en esta sociedad.

Con Shakespeare, Hamlet, con incas, Garcilaso,
Virgilio, Dostoyevski, Tolstoi, los del Parnaso,
la cuna literaria, vertiente en comunión.
Las perlas de Darío, Montalvo, Moctezuma,
las aguas y los ríos, la nieve con la espuma,
las flautas y salterios de toda la región.

Martí, Nezahualcóyotl, Cuauhtémoc, Víctor Hugo,
Verlaine y Maupassant, Alfonso, todo plugo…
las rimas de Ángel Buesa, la historia de Colón.
Baudelaire y Moliere, Flaubert, Gautier, las rosas,
Zola y Jean Paul Sartre, la vida con sus cosas,
Azul con savia intensa, David y Salomón.

El libro es energía, del cielo mandamiento,
la aurora partisana, de Gutenberg sustento,
la estrella luminosa, la esencia de vivir.
El libro es la bandera que apaga la ignorancia,
prosélito diamante, la ménsula y fragancia,
arpegio poderoso, la paz del porvenir.

Al libro siempre yo amo, lo llevo en mi memoria;
el libro es la consigna, la alcurnia de la historia,
la voz de Jesucristo, San Pablo con la unción.
El libro es fortaleza, la cuna empedernida,
oasis de los cielos, el numen de la vida;
¡Hosanna al libro, amigo! La luz del corazón.

                                        Samuel Dixon