Quien tiene la palabra, tiene
la clave de la escucha, el poder
de la convicción, y la usa sin valor,
sin percatarse de un simple eslabón
que una la verdad con la imaginación,
y deposita en el que escucha su propia
inocencia llena de maldad, esperando que
su propia osadía, un buen precio la haga cobrar
¡quien tiene la palabra, debería estar obligado a escuchar!