Quién dijo qué, para amar, hay que renunciar.
Son prédicas de pasados, muertes y entierros.
Es lo que se vive, cuando, nos dejan de amar.
Hay fallos de amor que, abonan, los destierros.
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Cuesta más, vivir en una mentira y un martirio.
En el amor, la verdad, es llave que abre el arca.
La claridad y honestidad del amor, es real alivio.
La farsa y la traición de Uno, mal futuro marca.
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Pobre del Ser que, finja ignorar que, le mienten.
El engañado, no finge, es descuidado y apático.
Otras veces, teme que, con cólera, lo enfrenten.
Muchas veces, prefiere echárselas de simpático.
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¡No hay ofensa mayor que, la traición, entre dos.
Es falso que, la ofensa de dos, sólo la sabe Dios!