Va la tarde serena y fresca,
hace tiempo desaparecida,
por otros lares de la vida;
oronda antes que anochezca.
No hay nada que estremezca
la piel de tarde acalorada
como la brisa fria suavizada
por los vientos que el mar ofrezca.
Vaho frío que el alma roza
apacigua al más prepotente
aunque en su orgullo latente
no ve un desierto como rosa.
Sigue tarde y anochece,
de la mano dura del verano,
el invierno ya se da la mano
el calor ya no pertenece.