Dicen que las intenciones, las acciones y las consecuencias siempre son inconexas. Da gracia, es común ver en los pensamientos de otros; ésto, se arrepienten de poco y de tanto, se arrepienten y jamás comprenden. Es cierto, no importa cuál sea tu decisión, esta siempre oculta otra intención, y aún si no, las consecuencias hablarán con las mentiras y verdades de quienes juzguen, incluso de quienes no.
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Todo nace de la indiferencia, y la inocencia de los sentimientos ausentes. Donde esté vacío pronto habrá algo, y donde hay algo, no lo está por mucho. La indiferencia es el estado más puro del ser, y la inocencia del espíritu. La indiferencia es el inicio y el final, es donde inician y acaban los ciclos, es el estado del vacío, el vacío que cambia por ser algo, ese algo que cambiará hasta regresar al indiferente, indoloro y más pacífico estado.
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La confianza y seguridad son egoístas, necesitarlas también lo es, y eso no es malo. Lo es cuando cambian y en crueldad se convierten, y eso no todos lo ven; el victimismo es cruel, no lo es solo el gozo de hacer sufrir a otros, lo es cuando se usa el daño como el único medio para todo.
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Arrepentimiento y Aceptación, del perdón renace la indiferencia, pues es cuando todo se reinicia y da paso libre a que el alma elija, entre repetir o cambiar, entre ser o no ser. Y este es el ciclo que a uno completa, cuando emociones y sentimientos se complementan, cuando se es libre de avanzar en toda dirección, cuando puedes cambiar de estado a decisión.