Amo tus buenos días,
tus más dulces palabras,
incluso, tus melancolías.
Amo como me deslumbras
con tus esquivas sonrisas,
a las que no me acostumbras.
Amo tus suaves caricias
y la forma en la qué nombras
nuestras ansiadas alegrías.
Pero, sobre todo, te amo a tí.