Él, con la ternura de un poeta enamorado,
susurra al viento secretos del alma y del pasado.
Mientras ella, con la dulzura de una brisa serena,
le acaricia el alma dirigiendo su mirada plena.
Juntos caminan por los senderos del amor,
explorando en cada latido su paz interior.
Con la curiosidad de dos niños traviesos,
buscando en su complicidad el más dulce beso.
Se entregan el uno al otro con pasión desbordante,
como si cada mirada fuera un canto vibrante.
Y cada abrazo es el refugio en la tormenta,
en un peligroso mundo que a su amor alimenta.
Ambos se convierten en leones y se atacan,
en una pasión desbordante se desatan.
Juntos se devoran en un ardiente abrazo,
dos almas en llamas se someten con besos, no con lazos.
En su amor encuentran la fuerza para enfrentar los desafíos,
juntos son invencibles, la envidia de los corazones sombríos.
Se prometen amor eterno más allá de las palabras,
en su unión hallan la esencia de la felicidad que no se acaba.
Con cada paso, construyen su historia,
y cada beso lo graban en su memoria.
¿Resulta algún pecado el intentar amar?
¿O lo será el no tener alas para querer volar?
Él, con la firmeza de un guerrero con lealtad,
que protege su amor con un escudo celestial.
Ella, con la fuerza de una diosa en el mar,
le acompaña en la batalla, su destino es amar.
Los relojes del tiempo que jamás se detienen,
no tienen efecto en ellos, y a ello no le temen.
Él con la ternura de un poeta enamorado,
ella, con la dulzura de un amor desenfrenado.