Recordando mis años juveniles
que delirios de amor siempre bordaban;
mi memoria se llena con la imagen
de aquella regia dama.
Con reflejos de místicos colores
pintados con nostalgia;
se deslíe con gracias celestiales
el fulgor de su cálida mirada.
Ella fue de mi vida tan vacía
divina luminaria;
que me diera las horas más fulgentes
revestidas con rayos de esperanzas.
En sus brazos hallé la paz divina
que quitara en mi senda telarañas;
y que fuera de amor el gran destello
que alumbraría mi alma.
Es por ello que siempre la recuerdo
igual que la alborada;
que aparece radiante y luminosa
cuando llega la plácida mañana.
Autor: Aníbal Rodríguez .