Gabriela despierta a mitad de la noche, sus lágrimas inundan sus ojos
de buscar entre sus adentros algunos besos, el último adiós
dibujado con las cenizas de sus dedos, producto de la pasión.
Gabriela está lejos, pero palpita su corazón.
Gabriela suspira por cada atardecer buscando cobijo pensando en él
mirando eternas tormentas que caen bajo su delicado cuerpo
que pinchan sin parar cada uno de sus poros, ella cree que es un castigo
el hecho de sentir que está, pero ella sabe que no es así.
A Gaby la extrañan también, ella no lo sabe que su poesía lleva su nombre
una herida que se abre constantemente y no deja de arder,
también llora, quizá con la misma fuerza, pero no se escucha,
su fortaleza y otro rostro lo hacen sobrevivir
Gabriela recuerda los susurros en esas llamadas a media noche.
Se unen a su pelo las promesas de volverse a ver;
el otoño ya no baila, no es el mismo de antes, lentamente
pretende huir hacia la nada, quiere claudicar.