En el crepúsculo de este amor marchito, te digo adiós, quizás era lo escrito. Quizás te faltó valor para ser sincero, o quizás era mi anhelo verdadero.
Con lágrimas en mis ojos, te despido hoy, no soy quien pensabas, te hice sufrir, lo sé, soy yo. Te amo más de lo que palabras puedan expresar, alejarme de ti, es amor, aunque duela al dejar.
En estos días se habla de dejar ir al amar, pero ¿cuánto debes aferrarte al amar? Cuando la otra parte no quiere sostener, lo mejor es partir, dejarle renacer.
Quizás te herí, te causé asco y dolor, quizás te avergonzaste, un precio por mi error. Quería cambiar, en ello me esforzaba, pero ¿qué vale si tú ya no estás en mi alborada?
Decir adiós es hallar serenidad en mi interior, aunque el alma sangre, aunque duela el amor. Una despedida truncada, sin final en el abrazo, un beso no sabido que era el último paso.
Si antes lo supiera, aún estaría aquí, a tu lado, luchando por ti, por mí. Pero el destino es caprichoso, te falta aferrar, al amor que sostiene, al amor que da paz al navegar.
En este postrero acto, en esta despedida, se despliega la verdad, se extingue la herida. Adiós, amor, en esta triste melodía, donde el dolor y el amor, entrelazan su armonía.
En el eco de este adiós, renace la esperanza, que en otra senda, florezca nuestra bonanza. Aunque hoy el dolor nos separe con crudeza, en el latir del tiempo, anida la promesa.
Que el adiós sea un puente hacia nuevos horizontes, donde la paz y el amor sean eternos afluentes. Que este adiós nos transforme, nos eleve en el vuelo, hacia un futuro donde el amor sea nuestro anhelo.