Soy una abstracción del ser, una sombra que camina sin hacer sonar sus pasos. Un viento que no sopla y observa, esperando que las horas pasen y la marea se calme para musitarle a la luna el significado absoluto y profundo de la redondez.
El lo sabe sin saberlo y lo ignora, que la redondez es reina. Mis ojos se van detrás de él, mis manos lo persiguen. Mi boca se abre para contenerlo y suavemente se cierra sin morder, con el silencio succionado y sin huellas.
La redondez divina de la vida, la tibia redondez de la carne. La redondez de los huesos y su invito innegable a ahogarnos hasta morir atrapada en su celda.