LORENZO ARATU

Corazón de pájaro

Rumiando inconformismo llego a casa. 

 Rasguñan en mi mente, merodean

deseos incesantes de evadirme.

Y trato de esconderlos con quimeras...

añejas ilusiones que permito

que habiten, libremente, en mi cabeza.

 

Me acuesto. Por inercia miro al techo.

A causa del cansancio, que hace mella,

mi cuerpo no resiste. Ya vencido,

muy lento, va cayendo en somnolencia;

se interna, sin remedio, en el letargo

que otorga, silenciosa recompensa.

 

De pronto… ¡No comprendo qué sucede!

¿Indicios de locura se presentan?

Acaso son las ansias de escapar,

(de las grises paredes que me encierran)

las que me hacen creer que... ¡Se separa

mi esencia, de mi cuerpo y que, se eleva!

 

Se eleva hasta que el techo la detiene.

Abajo está mi cuerpo (que se queda

yaciendo en abandono) vulnerable...

sin los veintiún gramos que se alejan.

 

¡No entiendo! Siento que… ¡Me siento libre!

¡Mi corazón de pájaro se inquieta!

Entonces… incisivos pensamientos

acuden hacia mi, revolotean.

Me tientan… como a Adán con la manzana.

¡Me acosan con mil dudas y dilemas!

 

¿Qué pasa si me escapo de este cuarto?

¿Y si el hilo de plata se revienta?

 

¿Será, que si me alejo demasiado,

la ruta de regreso se me pierda?

¿Me quedaré vagando eternamente?

¿Esperará “mi cuerpo” hasta que vuelva?

 

Quizás debo escapar y así podría

(al fin) cumplir anhelos que se encuentran

arrumbados. Aquellos que detuvo

el ente, que ahí abajo sólo sueña…

 

¿Es válido quitarnos la envoltura

ahora que sentimos que no es nuestra?

 

Renunciar a mi apática carcasa...

¿Por qué voy a arriesgarme?... Como sea,

al menos tengo un cuerpo en el que habito

(que a pasos gigantescos se avejenta).

 

En ésta disyuntiva en que me encuentro...

¡no sé dónde estaré cuando amanezca!