Cada mañana apareces
en mi primer pensamiento
como el primer rayo tibio de sol
que asoma furtivo por mi ventana.
Y en el día es tu presencia
impalpable en mi fuero
lo que el sol a cielo limpio en medio día
me sofoca tu recuerdo
me queman en el pecho
las ausencias de tu voz,
de tus besos y caricias.
Mis atardeceres
pertenecen todos a tu agosto,
son de viento gris y hojas afligidas
en ellos
aparece palpitante
el recuerdo de tu efigie,
escondida como el sol
tras nubarrones inevitables
interminables
en la doliente y crepuscular lejanía.
Y al final de la jornada
en mi soledad nocturna
eres mi plegaria desesperada
pasión febril y delirio
eres frio de ausencia
y un anhelo distante
que cruzan a mis sueños
desde mi último pensamiento.