Al otro lado de la fiereza
pongo por despertador
el temblor oceánico
en la mejilla
de un vaso de agua,
seducidos por la imposible privacidad
de los ángeles
hay espacios lentos
que vacían la velocidad del amor
en olvidos,
donde crece la ilusión
de partir la muerte en dos,
funesta sentencia
para el cuerpo locuaz
hacer ciencia ficción
del futuro silencio,
rosa pálida
crucificada
en el relámpago,
toda una suerte de desaparición
el sol se empolva la cara
con acuarelas lunares
y en cada gota de lluvia
gira el instinto suicida
de la sien,
el beso masificado
del caracol
hasta el aliento
de los cabellos flotantes
en su último estertor.