Hemos malogrado un día o dos, un atrapasueños colgado en la estación electrocutó a un mosquito, ¡recorcholis, las cosas que inventan ahora!. Nunca pensé que los trenes volvieran a surcar por estás tierras, más aún cuando todo el hierro de las vías fue robado y apareció en las ciudades como suvenires después de ser comprado en el fierro viejo.
Ahora son más puntuales, pero la cultura del mexicano siempre te lleva a perder el tren o... El avión. Como ahora, que perdí el avión de lo que te contaba. ¡Ah si!, como te decía, me perdí en la sierra, la extensión era basta no había más que montañas repetidas una tras otra, a veces caminábamos cuesta abajo en busca de agua, la tentación de seguir bajando junto al cauce y suponer que el caudal te llevará a algún lado se pierde cuando recuerdas los nombres de las cañadas \"barranca del diablo\" \"el despeñadero\", etc. Es mejor caminar por las partes altas y avanzar teniendo el paisaje bajo tu mira, pero las partes altas tienen a ser presuntuosas y levantan el ego, como si fueras elegido de los dioses, nos sentamos en la parte más alta de la cordillera y nos quedamos ahí, sin saber el paso del tiempo, sin sentir hambre, frío ni calor, como si hubiésemos estado muertos, o congelados, nunca vimos la vía ni el paso de los trenes. Por supuesto que perdimos nuestro boleto cuando llegamos dos días después. Tan sólo por no querer pagar el taxi y pensar que llegaríamos caminando por el atajo.