Sobre el manto entre sus manos
y la cruz en rostro única:
estupefacta queda la Verónica.
¿Hija de Sion por mí es que lloras?;
¡Llorad por tus hijos venideros,
pues para mí son estas horas y
para ti los hijos pendencieros!
Mi rostro llora contigo,
yo que por humanidad me entrego,
y tú por mi pasión testigo.
Plasmo en tu manto mis sudores,
y dejo entre amores la figura:
amor por salvar a pecadores,
y amor a tu linaje en la hora dura.
Isaías González Arroyo