Creo en los reencuentros, en los caminos que se entrelazan una y otra vez en el laberinto del destino. Creo en las vueltas que da la vida, en las sorpresas que nos aguardan en cada recodo del camino, en las segundas oportunidades que se presentan cuando menos lo esperamos.
En el tejido invisible del universo, cada encuentro y desencuentro está marcado por un propósito, por una lección que aprender y un vínculo que fortalecer. A veces, nos alejamos para luego volver con un nuevo entendimiento, con una perspectiva renovada que nos permite apreciar la belleza de lo que una vez dejamos atrás.
Los reencuentros son como destellos de luz en la oscuridad, como chispas de magia que iluminan nuestro camino y nos recuerdan que el amor y la conexión trascienden el tiempo y el espacio. En cada vuelta que da la vida, encontramos la oportunidad de volver a empezar, de sanar heridas pasadas y de reconstruir puentes que creíamos perdidos.
Así que creo en los reencuentros, en las vueltas que da la vida, porque en cada retorno encontramos una nueva oportunidad de crecer, de amar y de ser felices. En cada giro del destino, descubrimos la belleza de lo efímero y la eternidad del alma, recordándonos que el universo siempre conspira a nuestro favor, llevándonos de vuelta a donde pertenecemos.