Esta mañana,
angustiado por el suave hilo
que mi hilandera memoria
devana en su fértil huso,
caminaba yo abstraído,
entre soledad y pena,
por la calle que bordea
el angosto Parque Nuevo
donde en verano venía
a pasear con mi madre.
La luz indiscreta del sol,
sutilmente humedecida
por el agua intermitente
de una llovizna molesta,
ha descansado en el banco
donde a la sombra de un árbol
a los dos nos ofrecía
el estío sus encantos.
¡ Las ramas que nos cubrían
con hacha las han podado.!
¡ Como al árbol,
las ramas que nos unían,
la muerte las ha talado.!