Yo miraba la mirada de la novia.
¡Se veía imponente, soberana, absorbente!
Buscaba a su amado entre la mirada
nerviosa de los asistentes.
Su padre, en una esquina,
con una sonrisa complaciente,
con la humildad que generan los años,
absorbía el momento con su mente.
Un velo blanco colgaba de su pelo,
y sus aretes,¡perlas relucientes!
Una sonrisa timida afloraba,
y se antojaba dejarle un beso en su frente.
El trompetista el aire transformaba,
en melodías que al corazón inflamaban.
y Así se unieron ese día...
¡Dos corazones que se amaban!
Autor: Bernardo Arzate Benítez.