El mundo entristece de pronto cuando tú entristeces, cuando el mediodía cae ceniciento, cuando los talabarteros cesan sus carruajes y tus lágrimas inundan la tierra.
Ay muñeca triste ¿Quién pensaría que en tus ojos la desdicha ovillaria la ternura?
¿Quien diría que el crepúsculo lanzaría su fulgor en tus ojos?
Si tan solo vieras cómo te veo,
cómo tus llantos se convierten en barcarolas sobre los ríos,
cuando cae la noche pavorosa y huyen de ti los luceros.
Tan sólo sostengo en tus manos el alabastro suave y la tristeza me invade con sus dolores.
Oh invasora, pequeña y bienamada que en tus dones expandes la ternura de la melancolía.