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El doctor

Para mis dolencias no hay más remedio, que convertirme en el pericardio de tu corazón, rodearlo y protegerlo con la ternura de mi latido.

Aunque sabemos que donde manda neurona no manda hormona, tu presencia es la etiología más frecuente de mi taquicardia inexplicable, un torrente de emociones.

¿Cómo explicarte el proceso bioquímico que se desencadena en mi hipotálamo por la segregación de dopamina ante la simpleza de tu sonrisa?

Te escucharía con la misma atención que escucho un soplo cardíaco, tomaría tu mano y sentiría tu pulso sin que te dieras cuenta, un ritmo que se sincroniza con el mío.

Conocería cada dermatoma y cada nervio de tu cuerpo, te explicaría la razón de mi taquicardia al verte, la danza de las mariposas en mi estómago.

Serías parte de mi historia clínica, un diagnóstico de amor incurable.

¿Cómo no amarte? Es la forma en que hago lo que me gusta, con la pasión que me define.

Soy el médico de tu corazón, el enfermero de tu alma, el biólogo de tus emociones, el químico de tus besos.

Te amaré con la precisión de un bisturí, con la fuerza de un marcapasos, con la calidez de una incubadora, con la devoción de un hipocrático juramento.

Eres mi paciente más querida, la enfermedad más dulce que he conocido.

Te amaré hasta el fin de mis latidos, hasta que mi corazón deje de latir.

JTA.