Alejandro José Diaz Valero

Un Cuento y algo más

El colibrí arrepentido

 

Todos conocemos el colibrí, ese pájaro pequeñito que se alimenta del néctar de las flores. El colibrí (también conocido como quindes, tucusito, picaflor, chupamirto, chuparrosas o guanumby, entre otros) es el protagonista de nuestra historia.

 

Acontece que desde el momento mismo de la creación, el colibrí era el dueño y señor de las flores, su manera de alimentarse de ellas, disfrutando su néctar y sus aromas, fue dando pie para que él se tomara ciertas atribuciones, y dijera, así de buenas a primeras que él era el dueño de todo el colorido que existía en el universo, y es más llegó a pensar que no sólo era el rey de las flores, sino que intentaría libar néctar del arco iris, pues como el mismo es tan colorido, su néctar debe ser muy dulce y muy frío porque aparece con las gotitas de lluvia.

 

Los otros pájaros que eran amigos del colibrí le habían advertido que al arco iris no podía penetrar nadie, quien lo hiciera moriría, pues no podría devolverse y el agudo resplandor de sus siete colores enceguece y aturde a cualquier intruso dejándolo exhausto hasta que desfallezca.

 

-       Deja los inventos, le decía el turpial, ¿no te conformas con el colorido de tantas flores?

 

-       No seas a avaricioso, le decía el canario, ¿que vas a hacer por allá tan lejos entre nubes y cielo?

 

-       Quédate tranquilo amigo, le decía el verde perico, tu eres rey entre las flores, tú las amas y ellas te aman, no exageres.

 

Y así cada uno de sus amigos le daba su opinión y el para todos tenía la misma respuesta: “Yo soy así déjenme tranquilo, algún día les contaré a que sabe el néctar del arco iris”.

 

Y así, sin más ni más, el protagonista de la historia emprendió su atrevido vuelo rumbo al arco iris.  Al llegar entró sin titubear, con una valentía y determinación jamás vista, ya que los colibríes son tímidos por naturaleza; y a sí fue avanzado rumbo a los rayos multicolores  de aquel fenómeno natural.

 

Cuando ya había avanzado cierto trecho, sintió fuertes destellos que lo enceguecían, sintió que se desvanecía lentamente y ya estaba a punto de caer aturdido, entonces pensó de repente, “debo devolverme, no puedo seguir”, pero entonces recordó lo que le habían dicho, que aquel que intentará entrar al arcoíris no podía devolverse.

 

Que tristeza sintió aquel atrevido colibrí; su gran tristeza lo llevó al arrepentimiento, pero no a la rendición. “No me rendiré” se decía para sus adentros, no moriré por inacción prefiero morir volando, y como no podía devolverse, comenzó a volar en reverso, sí, retroceder era la clave para engañar al arco iris que lo vería alejarse sin ver su cola,  así que entre el desesperado aleteo hacia atrás y el arrepentimiento por haber entrado al arco iris, iba manchando el plumaje con los colores que salpicaba el arco iris por el rápido aleteo del colibrí, el cual finalmente pudo salir volando hacia atrás y escapar del arco iris, que aún a lo lejos seguía disparando rayos de colores.

 

Demás está que les cuente, que desde aquel glorioso día los colibríes aprendieron a volar en reverso y a lucir su colorido plumaje salpicado de los colores del arco iris como una muestra de su valentía y arrepentimiento cuando aquella tarde uno de ellos decidió desafiar al arco iris y entrar a su colorido lecho para libar el néctar de sus colores.

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El amigo cristalino

Mi amigo transparente

vestido de pulcro blanco

sólo el tenerte presente

me apaga mi triste llanto.

 

Aunque de cuerpo endurecido

eres de cabeza blanda,

cuando me das tu contenido

el aliento me regalas.

 

Eres mi amigo primero

disfrutaste mi tacto incipiente…

mis manos con sumo esmero

te tomaban tiernamente.

 

Eres el amigo cristalino

estés  frío o caliente,

igual me das un torbellino

para que yo me alimente.

 

Amigos de gran relevancia

dueños de tantas emociones…

son sinónimos de la infancia

los amigos “biberones”.