A lo lejos escucho el teclear de un afinado piano.
Llegan a mí sus notas sutiles y mi alma se anima.
Veo a mi madre moverse, con su danzar, liviano.
Cuando toco el piano, Ella danza y jamás camina.
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En su mágico ritual, expone al aire, su pelo cano.
Es ágil como pluma y se alza al aire, para danzar.
Si se anima al baile hay que moverle, lo cercano.
Si Ella decide bailar, yo no podré, dejar de tocar.
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Bailó el tango con rigor, era la reina de la cruzada.
Hoy, cuando miro al pasado, estimo su compañía.
Tuve de Ella, gran exaltación y clases de avanzada.
Cierto es que, en su rigor, fue la gran fortuna mía.