Existe en ti una sabiduría que deseo comprender. El brillo en tus ojos transmite serenidad. Me acerco a tu mirada y comienzo a fundirme a mezclarme contigo. Cierro los ojos y siento el calor de tu vida y el aroma de tu presencia; eres espuma de chocolate.
Tienes el color de una pálida y brillante nube algodonosa que resplandece en grandes alturas. Quisiera ser un haz de luz para poder cruzarte. Tú me das el vértigo.
El destino es incomprensible; sin embargo, lo observo con seguridad para que podamos suceder y permanecer. Creo firmemente en ello.
Las letras que componen tu melódico nombre son parte del gerundio viviendo; esa forma del eterno presente donde te quiero y no pretendo perderte, donde lo único que me pueda privar de tenerte sea mi corazón al detenerse.