Siempre ocurre en los primeros tiempos,
cuando comienza el noviazgo.
Para unos, la escalera oscura;
para otros, el rincón inolvidable;
y nosotros tuvimos un árbol,
que nos sirvió de pasado.
Allí fuimos dejando la infancia.
Era el lugar perfecto:
un árbol solitario,
bordeado por un estrecho arroyuelo,
con vista a un sencillo prado;
y nosotros dando vida al paisaje,
como si fuese un cuadro...
Muchas veces allí estuvimos,
en nuestro primer año,
escribiendo página tras página
de nuestro amoroso pasado.
Todos los novios tienen su rincón del pecado,
y nosotros tuvimos un cuadro…
Y así, pasando el tiempo, mucho tiempo,
un día nos casamos,
cuando el árbol ya extrañaba nuestra presencia,
hasta quedar solo, muy solo,
cuidando nuestro pasado.
Y así, pasando el tiempo, mucho tiempo,
cuando los hijos nacieron y crecieron,
un día cualquiera de tristeza y nostalgia,
cuando ya te das cuenta de que llega el olvido,
y quieres recordar las páginas borradas,
sentí la necesidad solitaria de visitar el árbol...
Pero el árbol, ya no estaba:
ni siquiera encontraba el camino;
la ciudad se tragó los recuerdos,
llenando de ruidos, edificios y calles,
todo el espacio...
Y allí quedé como petrificado,
ante el pasado perdido,
sin árbol, sin arroyuelo,
y sin el cuadro...
Frank Calle (6/ mayo/ 2024)