Trémula la luz por el camino angosto
sumido en una canícula estival
noche tórrida de calor de agosto
que hasta los pájaros no pueden cantar.
Paseando por rincones tenebrosos
donde sombras misteriosas me rodean
me cogen de la cintura y de los hombros
y me asen fuertemente la muñeca.
Sigo caminando sin miedo alguno
bordeando el extremo de la acequia;
me encanta ver el cielo nocturno
plagado de cometas y de estrellas.
Al fondo una mujer… ¿Será ella?
me pregunto, sin obtener una respuesta
la llamo, la requiero, la invoco
más solo veo como se vaporiza su silueta
perdiéndose entre las sombras de los chopos.
Seguí buscando vanamente
entre los juncos firmes del arroyo
y no vi a mi amada, solo en mi mente
donde apenas ya dibujo sus contornos.
Y vencido y cansado, bajé mi frente
dándolo todo por perdido
regresando de nuevo a mi camino
con la rabieta de un niño impertinente.
¿Por dónde andarás amada mía?
No pierdo la esperanza de encontrarte
en cualquier recodo del camino de las ninfas
abrazada a cualquier olmo, chopo o pino
esperando nuestro prometedor destino
dibujando en tu cara lisonjas y sonrisas.
Volveré cada noche, de las fuentes al arroyo
Volveré cada día del valle a la montaña
Volveré a buscarte con mis ojos
Volveré a buscarte con mi alma.