¡Ayeres!
La noche se va robando, tu voz, tus pasos, tu nombre...
el tímpano de mis recuerdos, tiene aires de desconocidos,
de pájaros y semillas bien guardados en tu vestido.
Dicen que me llamo río, de piedras y sin sonido
(Mi Guadalajara de niño ahora es un río esquivo,
con ojos adormilados contemplo su raro sino...)
Las calles que visitamos, son huérfanas sin albedrío,
intentan gritar tu nombre y clavármelo como un cuchillo.
Mi ciudad nos puso su cristo... de portones y peregrinos.
Descalzos nos van rezando, como puntos suspensivos.
Ya vamos vistiendo luto en las plazas los domingos
y embriagamos las agonías con diarios bufón de siglos.
Las ventanas que nos contemplan sufren de escalofríos.
La noche se va robando, tu voz, tus pasos, tu nombre...
Mis ojos quieren pintarte de pinceles y pergaminos,
las flores que dibujabas, tienen esencias de olvido.
La luna en su cara larga, es insomnios de plenilunio
con su enorme diadema y adormilados corpiños.
Los hombres de caras largas son sombras de los exilios,
nos vienen cantando pasos de ayeres si les escribo
y van guardando sus desamores en los portones vecinos.
La noche se va crispando de tamboras y de gemidos.
La luna viene ocultando sus nuevas del novilunio.
Y tan solo grité tu nombre... de ayeres sobre mi libro.
¡De ayeres cuando era un niño!
¡De ayeres de cuánto escribo!
Racsonando Ando