Para asomarte
a tu reflejo gemelar
requieres
dar una réplica diferente
de lo que hoy eres,
el epitafio
de tu espejo,
la última cena entre rostros
que volteados
de cierta vigilancia siamesa,
elijen por ti
esta invocación
de compartir el amargor sutil
antes que la amargura mundana
dado su protocolo
de infundir bajezas.
Las cámaras vigilantes
apilan
el silencio de nadie ,
ése es todo el amor
al que aspiras
tras sentir
su hermetismo salvaje
en la nervadura
de la escucha,
amoral ternura
con la que observar aún
lo invisible
de esta incunable oscuridad.