Se llenaron de antojos las miradas
al mirarnos los dos, de frente a frente;
encendiendo la llama incandescente
de exquisitas lujurias rezagadas.
Con sus manos de seda, bien cuidadas,
generosa, sensual y vehemente,
prodigaba caricia efervescente
que dejaba las ansias sosegadas.
Se forjaron excelsos torbellinos
esa noche de luces celestiales;
que tejieron los sueños ambarinos
con los besos de entregas pasionales;
que destilan los labios venusinos
empapados de encantos orientales.
Autor: Aníbal Rodríguez