Cuerpo de mujer alado y bendecido
vuelves y caes en el abismo de mis vértigos.
Huracán profundo navegando
por tu cuerpo, alboroto, susurros, gemidos, silencio.
Silencio de la desnudez del alma,
de ventiscas entrando en tus ventanas entreabiertas,
son lágrimas en el cielo y felicidad en la tierra.
Furia soy y tú manantial sereno,
oquedad de mi mente,
recuerdos del tiempo efímero, son tus besos.
Yo, un fantasma zalamero, deambulando
por mis sueños.
Besos en la exquisitez de la noche oscura,
ardo entre dos rocas vacías
y lleno los espacios con tu sombra;
se balancea, entonces aparece el mutismo,
el desconcierto y yo batiéndome
en retirada, lucho contra los gigantes acorazados.
Una lágrima rueda por mi mejilla
tú me consuelas con tu brisa funesta,
soy otoño mustio , un encanto sin magia,
una delicadeza no escrita.
Se desmorona mi frente longeva,
fin del mundo de una ancianidad parda,
como los montículos del prado que habitas.
Un giro de cuello viendo llegar caballos del cielo,
entonces noto, que tú cabalgas en ellos.
Eres un tormento, un rosal con lanzas,
un búho ciego, una canción olvidada,
un maremoto en la luna
Eres un galgo famélico,
transparente como yo,
figura de los sainetes, de las sátiras,
epopeya reluciente.
Cuando bajo a ti, sirena del desierto,
todo acaba, la soledad lastimera del alma,
volando marcha, en bajeles de esperanza.