Las vertientes de las manos,
Han de Cultivar las milpas,
Donde se extienden los campos verdes,
Donde nace el trigo y el maíz.
Hemos de ver al campesino,
Con la cosecha atuto en el morral,
Cansado y agitado,
De las matas paridas del maisal.
Benditas son tus tierras,
Donde se elevan ardientes los volcanes,
Con la elegancia de Darío y la bravura de Calderón,
Y un lago místico y sin igual,
Donde temibles tiburones hicieron de su casa.
Su raza, única y original,
Valiosa joya amada,
Dignos de Andrés y Diriangen
Nicaragua, mi perla Sagrada.