Por no disfrutar tu cuerpo
me lloran siempre las manos.
Por no poderlo tocar
y acariciarlo despacio.
Mis manos que te aprendieron
de ti se están olvidando
porque tu piel no las quiere
y por eso están llorando.
Eran manos que reían
las gracias de tus encantos,
los pesares y alegrías
y el caminar mano en mano.
Por tenerlas hoy vacías
me lloran siempre las manos
porque sintieron un día
el aroma de tus campos.
Eran las manos abiertas
de un corazón entregado
al sentido que le dabas,
a una lisonja de llantos.
Te lloran las manos mías
después de haber disfrutado
del sabor de las caricias
que intercambiábamos ambos.
Por existir los recuerdos
me lloran siempre las manos
porque alcanzaron el cielo
y no pueden olvidarlo.
Mis manos están dormidas
al placer de tu contacto,
perdieron lo que tenían
y en soledad se quedaron.
Porque una vez yo te tuve
mis manos no te olvidaron
aunque dejaste tu impronta
como la estela de un barco.
Y así el transcurrir del tiempo
la herida fue marchitando
y sus lágrimas se fueron
aunque te sigan llorando.