No son muertos, los que en dulce calma
la paz disfrutan de la tumba fría
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía”
Cuanta veces
en algún momento de la vida,
nos sentimos con las alas caídas
porque los malos hados sin permiso alguno
entraron sin golpear por nuestra puerta.
El último adiós a un ser querido.
la traición de un amigo, una dolencia,
la pérdida injusta del trabajo.
la infidelidad de nuestra amada
o cualquiera de las tantas pálidas
que pululan desde arriba para abajo
nos hacen perder la calma,
y en vez de caminar
nos arrastramos, cómo las serpientes,
perdemos la ilusión de nuestros sueños,
lo que nos paraliza, nos hace abdicar,
Sin anestesia, nos mata el alma
bajamos los brazos, dejamos de luchar
nos venimos en bajada,
y pensamos que todo está perdido.
Son esos instantes en que la mente
debe rescatar del olvido,
la fe que hemos mamado
levantar los ojos al cielo
donde mora el Padre Eterno.
y sin perder tiempo, arrodillados,
pedir que nos empuje a salir del pozo,
pozo, al que no estamos destinados.
Sin darnos cuenta, sentiremos crepitar
la chispa de la confianza
que enciende la llama de la esperanza
dando nueva vida al espíritu,
que de estar alicaído, como Lázaro,
escuchará la voz que le diga\" levántate y anda”
el cuerpo recibirá una fuerza renovada,
que lo llevará hasta el pie del cañón,
para continuar la batalla que se creía perdida.
Entonces volverá la alegría, el entusiasmo, el amor
y la vida en todo su esplendor..