EL RECUERDO.
Sobre la noche del tiempo,
la soledad viene a verme.
Y en sus visitas recuerda,
lugares, fechas y nombres.
La mente, que es muy ladina.
Quiere burlar el recuerdo.
La memoria, machacona.
No entiende de vericuetos.
Y consigue derrotarnos,
en su terreno y el nuestro.
Libre el verso, vuela solo.
Más no contento con esto.
Quiere ser protagonista,
y llevarse todo el mérito.
Y no le falta razón.
Pues solo en su concepción,
el hombre es un instrumento.
El verso es el director,
de tan preciado concierto.
La idea, sufre en silencio.
A la espera de encontrarlo.
Y el pensamiento se empeña,
en rebuscar el pasado.
Y pensamiento e idea,
se conducen de la mano.
A su encuentro la memoria,
les recibe con agrado.
Y de esta forma consiguen,
darle al recuerdo su escaño.
Con la nitidez precisa.
De un manantial cristalino.
El recuerdo resucita,
de los albores del tiempo.
Y de forma misteriosa.
Materializa el momento.
Tan vívida se refleja,
la imagen que se proyecta.
Que, nacida en el cerebro,
termina en los sentimientos.
El impacto es tan realista.
Que, a veces, los lagrimones,
asoman a nuestros ojos.
Y el cuerpo goza el momento,
sumergido en el recuerdo.
Puede parecer mentira,
que ocurra lo que me cuento.
Porque me lo cuento yo.
Y por eso me lo creo.
La mente es maravillosa.
Aunque a veces, un recuerdo.
Te produce desazón.
O te llena de emoción,
te conmueve,
o te enamora.
Ángel L. Pérez ®
SOY LO QUE ESCRIBO Y LO QUE TÚ SIENTES AL LEERME
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09/05/2024