Nos hundiremos en el remolino de la nada,
la vida apenas será solo un crespón en el ocaso,
los efímeros placeres de la existencia dormirán para siempre,
seremos una entelequia, espolvoreando la tierra hacia el silencio.
Las ilusiones bajarán a disputarse un puñado de huesos,
acudirá la aguda humedad de una hoja pálida y sombría,
vendrá la asfixia de los recuerdos totalmente borrados.
toda la borrasca de la vida se arrastrará hasta la muerte.
Pasaremos furiosamente hacia el sigilo,
con los ojos desmesuradamente abiertos,
con las manos crispadas en la postrera agonía,
ya nadie sabrá la metamorfosis de nuestro cuerpo.
Seremos una vieja canción en el lamento de los ahogados,
y así convertirnos en el trágico abismo de la expiración.