Hay dolores que te punzan
y te ponen muy contrito
pero a veces, poco duran,
porque cortos son sus ciclos.
Hay dolores impensables
porque llegan sin aviso
como llegan, muchas aves,
a las ramas por sus nidos.
Hay dolores pasajeros
cual tormenta y su negrura
y por ello, duelen menos,
porque pican como pulgas.
Hay dolores muy ingratos
porque tocan hasta el alma
y si dentro, los dejamos,
poco a poco ellos nos matan.
Hay dolores incurables
que constante te lastiman
y aunque busques a curarles
al final, quitan la vida.
Hay dolores que te duelen
aunque nunca sean tuyos
pero duelen porque tienes
ese amor para este mundo.
Hay dolores que parece
que a los seres no lastiman.
Si analiza uno comprende,
que son seres masoquistas.
Hay dolores que gratuitos
llegan porque se los buscan
y por ser quizá, malignos,
a parar van a la tumba.
Hay dolores que no matan
pero nublan con sus sombras
y aunque duela mucho el alma
al final también transforman.
Hay dolores que hacen daños
que uno a veces no lo explica
y se quedan en abstracto
porque nadie te los mira.
Hay dolores que se quedan
como estampa, como imagen,
porque siempre hacen que duelan
los recuerdos de una Madre.
Hay dolores que visibles
no los canta ni el jilguero;
hay dolores que perviven
que, aunque mires, te haces ciego.
«Si te duele, a mí me duele»
va quedando en el olvido.
Y ese pensamiento tiene
de lo humano, lo más lindo.
¿Qué me importan tus dolores?
¡Le gritó aquel hombre ingrato!
Y al llegar la medianoche…
¡Se volvió un ave de paso!