Entre mil rostros, te pude encontrar
al ritmo de la lluvia que caía afuera.
Mientras unos reían
por ser viernes nomas.
Tal vez te conozco
de alguna otra vida.
Por eso ahora
nos cruzamos todos los días.
Y nos buscamos
cuando no sabemos nada del otro.
Pero somos culpables, rehenes de miradas
de las cuales no sabemos escapar.
Me gusta mirarte,
no lo puedo negar.
Es una mania
que va más allá de mi.
Pero afuera sigue lloviendo
mientras te escribo
otra vez.