🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮

Amor de colegio

Amor de colegio

La secundaria es un periodo de agonizantes y vívidos sentimientos, de amores primerizos y entusiastas, de historias clandestinas, euforizantes y secretas. Los jóvenes emprenden la rutina y terminan sumergidos en el laberinto de la vida, allá, donde el miedo reina y azuza la melancolía, empaña el silencio, abraza la inocencia y las niñas enfloran su tez como el pájaro que cubre sus alas, degustando el terciopelo del cuerpo; se insinúa, piensa, medita y nace la toxicidad. Ellas, se dejan llevar por las emociones, la inconciencia y el amor, en cambio, ellos solo esperan el momento del error, la caída o la circunstancia, así, tal cual el campesino anhela la llegada de la cosecha, cosecha de juventud… en la juventud, donde todo parece un jolgorio; todo cae y rejuvenece, y se transforma en deleites… pues a ti, que algún día fuiste estudiante, recuerda y revive esos momentos: esta historia es para ti…
—Cinco días son pocos para conocerte bien, mi dulce amor, —decía Julio, estudiante de noveno B a Domitila de undécimo C. Pasan las horas y no sales de mi memoria, causando revuelos y fantasías, ya ni duermo, paso creando escenas de nuestro futuro juntos.
—¿El amor es solo eso? —preguntó Domitila, —¿Cómo puedes amar más a otra persona y no a ti? ¿Qué insinúas conmigo?
Julio, atosigado no dijo nada, sintió el calvario hacer presencia de pronto y empezó a llorar en ese instante. Melisa, amiga de Domitila, se acerca y pregunta: —¿por qué tantos melodramas si se supone que entre ustedes reina el amor? No puede ni debe llamarse relación a esto. Domitila, por Dios, atiende a los deseos de Julio, complácelo…
—El amor no está en el cuerpo, sino en el alma —respondió Domitila, Julio está equivocado, no se puede hacer lo que él piensa, si es así, ven y complácelo tú…
La propuesta sonó como dinamita y Melisa sonrió, se acercó a Julio y le susurró al oído alegremente: —no te preocupes, yo haré lo posible para llenar ese vacío, ya no llores, por favor, yo te amo y de verdad, mi amiga solo quiere destruirte, ella no te quiere, ¿te das cuenta? Piénsalo y déjala a un lado, conmigo hallarás la gloria, lo mágico y extraordinario.
Algunas palabras llenan el oído y ensordecen la mente, pero hay otras que endulzan el cerebro y alimentan el alma, en primer paso, la falsedad, en segundo, la verdad… exactamente, debemos ser rectos, clamaba la docente en sus sermones de clase, mas, Domitila seguía atónita frente a la actitud ignominiosa de Melisa, sin lograr una comprensión eficiente de la situación.
Sonó el timbre, el fin de la clase llegó, los estudiantes atisbados recorren los pasillos, todos en búsqueda de la salida, la hora lo amerita y, Domitila sigue sentada en el salón sin decir nada. Julio y Melisa caminan de la mano hacia el portón principal, abrazados y prometiéndose mil cosas. Todo parece una clandestina relación, cuyo inicio no se sabe cómo…
El docente encargado del cuidado del colegio, llega la sección de Domitila y al verla triste, llama a Cornelia, la pedagoga. Esta llega de inmediato y pregunta a su aprendiz:
—Domitila, ¿qué sucede hija mía?
—Julio me ha engañado con Melisa, mi mejor amiga. Todo, porque no le entregué mi amor como él imaginaba, —relató la estudiante.
—¿¡Cómo es esto posible hija mía!? ¡Lo has hecho bien! ¡Lo has hecho bien! Nunca caigas en esos errores. El amor a la fuerza no va a ninguna parte y el que se somete a él, sufre los dardos más cruentos y lloros de la vida.
—¡Gracias por todo, maestra! Se lo agradezco, —musitó Domitila.
La docente, muy alegre de la actitud de Domitila, se despidió, dándole un beso de confianza. Ambas salieron del salón, yéndose cada una a sus casas. Por otra parte, en el último mes del período escolar, luego de tantas inasistencias, Julio y Melissa vuelven a reaparecer; ella embarazada, con grandes ojeras que reflejan maltrato y desvelo, y él, más delgado que nunca, indicando la mala vida en todos los sentidos. Domitila, sin poder creerlo, se acercó a ellos y les dijo con tono melancólico: —las malas decisiones son la espina más fatal, pues, no llevan a ningún lado y ustedes; ustedes son la prueba de ello.
                                                                           
                                  Samuel Dixon