Así eres tú, suave brisa,
la que no se puede ver
pero se puede sentir,
la que no es posible oír
más refresca por doquier
la que no daña ni tira
ni jamás se tornaría
en ciclón que hace temer.
Eres brisa que al parir
empiezas a repartir
y a las tierras ofrecer
gotas frescas de agua limpia
que los campos bañarían
en su aciago amanecer
de fragancias esparcir
y calores extinguir.
La que deberá extender
las prolíficas semillas,
la simiente de la vida.
no dejando perecer
y el verdor hacer surgir,
agua clara haces fluir
cuándo el viento haces ceder
pues eres ligera brisa.
Sosegada y dulce brisa
un día necio pensé:
¿que podría darte a ti?.
¡yo que no te puedo asir
ni tampoco contener!,
¿qué regalo te daría?
yo que humilde y sin valía
con mis ojos logro ver
lo que tu alma hace sentir:
Un constante devenir,
presente permanecer,
delicada como brisa.
Yo también soy una brisa,
soy de ti, desde tú hacer,
a elevarme yo aprendí,
mis campos humedecí,
mi parcela y mi deber
son sembradas y esparcidas,
mis terruños bañarían
y mis nubes veo llover
como soplido de abril.
Constante de ti aprendí
a ser fresca brisa también
como lozana ventisca,
tú eres nuestra suave brisa,
yo soy brisa de tu ser,
soy tu retoño y tu fluir.
Mi homenaje es mi decir
por tu propio merecer
y por tu grande valía,
refugio salvo y guarida,
oído presto a atender
sincera y fiel hasta el fin,
estoica aguardas sin huir,
esperas sin pretender,
esperas y reconquistas,
tu fe patente de osadía
que en espera logra arder
la confianza puesta en ti,
pues has visto resarcir
y los males resolver,
tu fe ha sido revestida
por el pago idealista
de benévola envolver
la paciencia en tu vivir.
De nuevo has de resarcir,
cuidar, reparar y acoger
las ánimas desprovistas
de consuelo y de caricias.
Mucho tiempo yo pensé
ser huracán y destruir
con impetuoso frenesí
y en violencia deponer
las bondades repartidas.
Un huracán sin su brida
al caer su atardecer
imbatible va a extinguir,
incontenible sucumbir,
indomable oscurecer,
solitario y sin huida
furioso avasallaría
el ciclón al anochecer.
Más la aurora asomaría
y los tifones terminan
cuándo ven su recorrer
y destrucción tras de sí,
y en sequía ver sufrir
lo que fue un reverdecer
pero ahora está hecho trizas.
Yo solo quiero ser brisa
aquella misma de ayer
cuándo cuidaste de mí,
cuándo un infante yo fui,
la que mi campo sembré,
la que me brindó la vida
y a mis ríos diste orilla
que mis presas rebosé.
¿De dónde la fuerza que vi
y tu empuje a proseguir?,
tus simples soplos de fe,
paciencia casi inaudita
de silenciosa energía
da un precioso florecer,
caridad sin exigir,
ternura para decir
tu sencilla sensatez
en este mundo de prisa
de dolores y perfidias.
Pues tuviste que aprender
también de tus propias brisas,
pacientes y doloridas
de constante padecer,
entregadas hacia ti
en constante combatir
dispuestas a proteger,
esas cariñosas brisas
que tu cara rozaría
y tus campos regarían
con la más afable miel.
Hoy repito mi decir
intentando persistir
en lo que por siempre fue
a la mitad de mi vida,
pues la más grande justicia
es cierto reconocer
y humildemente discurrir
que ser cuidado por ti
para poder emerger
de la máscara egoísta
de buscar perfeccionista
las ideas que forjé.
Flamante vuelvo a sentir
el incesante latir
de este bello renacer
hoy mismo te pediría
y tenaz suplicaría
sentir la brisa en mi tez,
la misma que recibí
al instante que nací
y te pude conocer.
En tu rostro descubría
aquella voz reconocida
que en el vientre yo escuché,
suave brisa recibí
cuándo inerme me ceñí
y en tus brazos yo lloré.
Hoy de tantas travesías
que he cargado en mis vasijas
a la hora del anochecer,
quiero volver a repetir
lo que de niño aprendí:
“que amando puedo ser
como tú, una suave brisa
para mis propias ventiscas
que en tu rostro habrán de ver
lo mismo que recibí
cuándo el rumbo perdí
o la victoria encontré.”
Dame madre soplos de vida
y tórname en nueva brisa
que hijo digno quiero ser.