Luis Ernesto Hernández Aguirre

SUAVE BRISA

Así eres tú, suave brisa,

la que no se puede ver

pero se puede sentir,

la que no es posible oír

más refresca por doquier

la que no daña ni tira

ni jamás se tornaría

en ciclón que hace temer.

 

Eres brisa que al parir

empiezas a repartir

y a las tierras ofrecer

gotas frescas de agua limpia

que los campos bañarían

en su aciago amanecer

de fragancias esparcir

y calores extinguir.

 

La que deberá extender

las prolíficas semillas,

la simiente de la vida.

no dejando perecer

y el verdor hacer surgir,

agua clara haces fluir

cuándo el viento haces ceder

pues eres ligera brisa.

 

Sosegada y dulce brisa

un día necio pensé:

¿que podría darte a ti?.

¡yo que no te puedo asir

ni tampoco contener!,

¿qué regalo te daría?

yo que humilde y sin valía

con mis ojos logro ver

lo que tu alma hace sentir:

Un constante devenir,

presente permanecer,

delicada como brisa.

 

Yo también soy una brisa,

soy de ti, desde tú hacer,

a elevarme yo aprendí,

mis campos humedecí,

mi parcela y mi deber

son sembradas y esparcidas,

mis terruños bañarían

y mis nubes veo llover

como soplido de abril.

 

Constante de ti aprendí

a ser fresca brisa también

como lozana ventisca,

tú eres nuestra suave brisa,

yo soy brisa de tu ser,

soy tu retoño y tu fluir.

 

Mi homenaje es mi decir

por tu propio merecer

y por tu grande valía,

refugio salvo y guarida,

oído presto a atender

sincera y fiel hasta el fin,

estoica aguardas sin huir,

esperas sin pretender,

esperas y reconquistas,

tu fe patente de osadía

que en espera logra arder

la confianza puesta en ti,

pues has visto resarcir

y los males resolver,

tu fe ha sido revestida

por el pago idealista

de benévola envolver

la paciencia en tu vivir.

 

De nuevo has de resarcir,

cuidar, reparar y acoger

las ánimas desprovistas

de consuelo y de caricias.

 

Mucho tiempo yo pensé

ser huracán y destruir

con impetuoso frenesí

y en violencia deponer

las bondades repartidas.

 

Un huracán sin su brida

al caer su atardecer

imbatible va a extinguir,

incontenible sucumbir,

indomable oscurecer,

solitario y sin huida

furioso avasallaría

el ciclón al anochecer.

 

Más la aurora asomaría

y los tifones terminan

cuándo ven su recorrer

y destrucción tras de sí,

y en sequía ver sufrir

lo que fue un reverdecer

pero ahora está hecho trizas.

 

Yo solo quiero ser brisa

aquella misma de ayer

cuándo cuidaste de mí,

cuándo un infante yo fui,

la que mi campo sembré,

la que me brindó la vida

y a mis ríos diste orilla

que mis presas rebosé.

 

¿De dónde la fuerza que vi

y tu empuje a proseguir?,

tus simples soplos de fe,

paciencia casi inaudita

de silenciosa energía

da un precioso florecer,

caridad sin exigir,

ternura para decir

tu sencilla sensatez

en este mundo de prisa

de dolores y perfidias.

 

Pues tuviste que aprender

también de tus propias brisas,

pacientes y doloridas

de constante padecer,

entregadas hacia ti

en constante combatir

dispuestas a proteger,

esas cariñosas brisas

que tu cara rozaría

y tus campos regarían

con la más afable miel.

 

Hoy repito mi decir

intentando persistir

en lo que por siempre fue

a la mitad de mi vida,

pues la más grande justicia

es cierto reconocer

y humildemente discurrir

que ser cuidado por ti

para poder emerger

de la máscara egoísta

de buscar perfeccionista

las ideas que forjé.

 

Flamante vuelvo a sentir

el incesante latir

de este bello renacer

hoy mismo te pediría

y tenaz suplicaría

sentir la brisa en mi tez,

la misma que recibí

al instante que nací

y te pude conocer.

 

En tu rostro descubría

aquella voz reconocida

que en el vientre yo escuché,

suave brisa recibí

cuándo inerme me ceñí

y en tus brazos yo lloré.

 

Hoy de tantas travesías

que he cargado en mis vasijas

a la hora del anochecer,

quiero volver a repetir

lo que de niño aprendí:

“que amando puedo ser

como tú, una suave brisa

para mis propias ventiscas

que en tu rostro habrán de ver

lo mismo que recibí

cuándo el rumbo perdí

o la victoria encontré.”

 

Dame madre soplos de vida

y tórname en nueva brisa

que hijo digno quiero ser.