Muchas veces quisiera volver a ser pequeña,
anidar en tu vientre sintiendo su calor;
desde tu pecho ver tu mirada halagüeña
bebiendo de tus senos el néctar de tu amor.
Sentir ese cuidado que me brindan tus brazos;
ser el agua del río que corre con pasión,
ir por mi cauce libre, sin miedo a los rechazos,
pues tu eres el capullo que me da protección.
Pero ha pasado el tiempo, inexorable, raudo;
yo ya no soy pequeña ni tú eres la de ayer,
mas, mirando hacia atrás, tu recorrido aplaudo,
porque eres un ejemplo como madre y mujer.
Hoy tus pasos son lentos, tu cuerpo está cansado,
los años ya vividos se han tatuado en tu piel;
tus ojos son espejos donde están reflejados
tus vivencias, recuerdos y aquel amor tan fiel.
Como tú me cuidaste hoy me toca cuidarte,
seré siempre la mano que te va a sostener,
pero ni hoy ni mañana tendré para pagarte
lo que con tu bondad hiciste por mí ayer.
No hay suficientes “te amo”, suficientes “te quiero”
ni nada tan grandioso que te pueda ofrecer
que sea tan sublime, que sea tan sincero
como lo fueron siempre tu entrega y tu querer.
Eres mi luz, mi guía, mi paisaje bonito;
eres como aire puro y agua de manantial;
eres, cuando hace frío, el sol que necesito,
y es tu voz en mi oído un canto celestial.
Por eso yo quisiera volver a ser pequeña,
estar en tu regazo sintiendo tu calor
y decirte bajito: \"mamá, nunca me faltes,
porque no sé vivir si no tengo tu amor\".