Somos hijos de los días, sí, Galeano
¿pero quiénes prenden su luz en nuestras manos?
¿A quién se le ocurrió confinarlas
a la cárcel de un día? Sin ellas, la
persona de tan brillante idea jamás
hubiera escuchado los cantos de la vida.
Me encamino voluntariamente al tribunal
de la ingratitud por hablar de ustedes ahora,
cuando lo impone el calendario.
Nos haría falta una existencia
paralela para saldar nuestra deuda,
arrodillados en cada átomo del horario.
Pero ustedes nos quieren en pie
y de lucha, son las madres de
los días y nos necesitan
para llenarlos, aunque nos cobren
el precio de alejarnos de
sus brazos.
No soy amigo de las fechas
marcadas, pero sean bienvenidas
si nos abren otro plazo
para engañar al tiempo,
nos brindan un pretexto, nos
reúnen y abrazan.