En el sollozo de las almas que se encuentran,
donde la piel vibra con notas secretas,
comienza la sinfonía, suave y lenta.
Los cuerpos, como partituras abiertas,
se entretejen en un compás de urgencia,
en el sollozo de las almas que se encuentran.
Las manos, como arpegios que despiertan,
recorren senderos de deseos latentes,
comienza la sinfonía, suave y lenta.
Los labios, como cuerdas que se ofrendan,
tejen melodías de pasión y entrega,
en el sollozo de las almas que se encuentran.
El tiempo se desvanece, no hay fronteras,
sólo el ritmo que los cuerpos improvisan,
comienza la sinfonía, suave y lenta.
Así, en el clímax donde todo se concentra,
dos amantes se funden en una nota perfecta,
en el sollozo de las almas que se encuentran.
comienza la sinfonía, suave y lenta.
©José Ángel Pineda