Alberto Escobar

Cuando actĂșo...

 

San Esteban se convirtió al cristianismo mientras 
interpretaba un papel de cristiano frente a Diocleciano.
Se metió tanto en el papel que se convirtió. 

 

Cuando actúo, 
cuando encarno otra carne,
otras vísceras, pensamiento,
sentimiento, cuitas, alegrías,
cuando me revisto de otro yo,
otro cerebro, otra educación,
otra perspectiva, otra manera
de vivir las flechas de Cupido,
cuando me interno en la maraña
de lo desconocido, buceo en tripas
ajenas y al mismo tiempo excitantes
por lo que de oportunidad profesional
supone, me sumo en un frenesí ciego,
en una latencia tan erizante, soberbia,
espeluznante, que las horas de sueño
no son horas para memorizar el papel,
la puesta en escena, el montaje de la trama,
el discurrir vital de ese personaje, drama,
momento histórico que me toca vivir
como si fuera coetáneo de los que de verdad
sufrieron, padecieron, gozaron, tosieron,
se medicinaron en pos de una penosa vida,
a veces, y fascinante, otras. 
Cuando actúo me meto, me someto
a unas fuerzas que no gobierno,
me interno en una selva cuya fauna,
a veces fiera, me rasga las vestiduras,
me araña la entraña, me hace decir
frases, palabras y expresiones extrañas
que no comparto, o incluso compartiendo
no digo, no me atrevo a decir en público,
pero me hace brotar tal caudal de adrenalina,
de endorfinas, de sustancias psicotrópicas
de tan inmesa calidad que no mando, no soy
o sí más intensamente, más auténticamente. 
Eso me recorre cuando actúo.