Ana, el viento ha dejado huellas
de incertidumbre.
Y antes de que se vista
de cenizas el día,
habré sembrado de rosas
el camino de tus alas.
Te preguntaré en cada esquina,
en cada invierno,
en las primaveras;
en el vuelo de las mariposas
cautivas,
en el capullo cristalino de los días
sin niebla.
Alguien me dirá, por ejemplo:
que el olvido se ha prendado de colores amargos,
que el almanaque de los otoños
deshoja árboles modernos,
que te han visto moradora de besos cautivos.
Ana, sé que te importan mis delirios, mis miedos
y el conjunto de mis misterios.
Soy el centinela de tus sueños,
un soldado sin blasones, sin su espada, sin sus guerras...
un soldado sin ti.
Y el que sólo anhela los aires de tu libertad.
Para que tus besos no se queden
suspendidos en mi singularidad,
izaré el pabellón de tus labios
bajo el hechizo de tu mirada.
Ana, tu llenas de glorias
el servicio de mis días.
Y seré para siempre
el vigía de tus credos 💒.