Hace sol. La mañana es espléndida.
El café está amargo, pero me gusta.
Ni estoy bien ni mal conmigo.
En el paladar siento un saborcillo
a soledad, acaso angustia o miedo.
Sin embargo, me salva una certeza,
absoluta verdad: tú estás ahí.
Creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.
Esto dijo un grandísimo poeta,
que no sabía que la voluntad
de querer, de quererte a ti, amor,
no admite dudas, por más que las sombras
irracionales del sueño y la noche
llenen el pensamiento de fantasmas
y vuelvan frío el sudor del cuerpo.
Hace sol. La mañana es espléndida.
Has llamado y has dicho: no temas nada.
Con la profundidad de los pulmones
he respirado. Tú estás en mi aliento,
que es la vida. El cielo azul me lleva
a tus ojos. Espero que pase el tiempo
tan rápido como estrellas fugaces,
para gozar tu luz, tu claridad,
tu transparencia, tu abrazo, tu beso.