Gonvedo

CONTAMINADOS DE MAR

La tarde se derrumba sobre el costado

de abril, entre el ruido del tráfico

y arquitecturas vegetales.

Esta tarde que resuena como espejos

o acónitos en celo, o como una galaxia.

¡Qué extraña tarde de ciudad sumergida

en el eco de la bruma, y de jardines

que declinan hacia el llanto!

Las calles van desnudas, alabastro

en mis pies descalzos y heridos,

y ahí está esa luz mortecina como un recuerdo

o un signo cuyo destino ignoro.

Y henos aquí como cigarras inmóviles

y mudas a la sombra de un incendio.

La tarde macerada en luces de neón

y licores blancos, tornasolada astronomía

para los nómadas del dharma, que siguen

hacia el sur el camino de los astros.

Todo se niega a nuestro encuentro,

y yo vuelvo mi rostro hacia el espejo vacío

para no reconocerme, el corazón en sombras,

los álamos sonando como algo que nos ha abandonado,

y el mar como un prado celeste y remoto.

 

Malgastada la tarde, fatigado el amor,

ya sin otro propósito, dejamos que el tiempo

nos encuentre contaminados de mar,

y tan vivos como mástiles bajo el peso

desmayado de las olas más altas.