La flor lucía ávida sobre las teclas
enredando sus cortas púas en los sostenidos
como para aferrarse un poquito a algo
y evitar el vacío…
Eran vívidos pétalos mezclados
con el marfil de las pulsaciones
sonoras… Eran encanto y sensualidad
con el rojo de las pasiones insinuantes.
Desplomaba entero su cuerpo
para tañer luz al alma humana
y reía… reía en sus pétalos acezantes
por aquella nota… reticente nota de piano…
La flor agotó sus fuerzas,
agotó su esperanza, agotó su encanto:
gimió con el dolor de la impotencia
(ninguna tecla se movió a su esfuerzo)
y estalló en risas que se escucharon
como notas surgidas de su alma.
Luego lloró y descansó;
cerró sus pétalos (-se marchitaron-)
y miró el vacío y ya no le importó…