Ódiame, grita, rasga tu voz, rompe el tiempo.
Trasgrede los viejos preceptos o defiéndelos
de los dioses modernos; desarma mi cuerpo,
cuídame de las falsas alabanzas,
remátame con tus preferidos adjetivos.
Entierra mi libertad con la lanza del silencio.
No revires tu mirada, no retuerzas mi agonía
en húmedos nudos, en tumultuoso desprecio,
ni alteres, si quieres, el amor que se tenía.
Inmóvil, roca de hielo, rencor de carne y hueso,
sumiso en los altares, arde en nuestro pecho
la culpa invisible, la condena y los regresos,
la pesadez del abandono y otros artilugios.
Magia sin oxígeno, pretéritos despechos.
Extingue tus palabras, devuelve mis besos,
Mas ¿me has preguntado si lo deseo?
Solo, parado frente a ti, sin Perseo
valiente guerrero, cautivo, ocasos proféticos
que inundan nuestros ojos, perdonados, árticos.