Gonvedo

PAISAJE

El jardín con las flores del atardecer

que nunca conocieron el otoño,

y esa extraña dimensión de la tristeza,

blanca cuando cae la nieve

entre el corro de las estatuas.

El sol a la espalda del mundo,

el fondo silencioso del estanque,

el corazón frío del metal, y esa otra música,

apenas un batir de confusas alas.

El cielo pronunciándose con ese azul

de agua, con sus nubes de fuegos

impacientes sonando a piedra

calcinada en el amanecer de los días

más largos y las horas más breves.

Es ese mismo cielo con la sombra

iluminada de los pájaros, su bóveda

esmeralda resonando como bronce,

su láctea pradera donde la noche

pace estrellas.

Un hombre frente al paisaje de tierra

humeante, mal oreada, su tímida

osamenta arrastra pleamares

de penumbra, y solo, al final,

la luz, que se conjura tempestad.

Quizás, también, el viento

que le llama por su nombre.