Soñó raro portento la psique mía:
de la gruta una música exótica se oía.
Los céfiros callaban, mas era en vano:
silvaban los oboes su son pagano...
La selva se envolvió de penumbras finas
y oí címbalos, tambores, ¡voces felinas!
Yo estaba extrañamente calmo y tranquilo
contemplándolo todo desde un peristilo.
Y en éxtasis de pronto me desperté
cuando un sátiro ebrio gritó: ¡Evohé!